La
tragedia griega presenta familias en conflicto por generaciones. La sociedad no
se presenta en un equilibrio estático, sino en una situación límite, en un
proceso de continua construcción y ajuste de la relación entre individuos. En
estas situaciones aparece una tensión que se construye sobre la base de un
sistema de polaridades, que luchan entre sí y ponen en riesgo la seguridad del
hombre, generando así una inversión de roles, alteración de las relaciones
familiares, perversión de los ritos y la ambigüedad del uso de la lengua.
En
este ensayo se analizará la oposición realidad-apariencia de la obra Medea de Eurípides.
La
mujer en la sociedad griega debía cumplir el rol de la mujer madre, ama de casa
y buena persona para con los demás, que hace todo por su familia. Además debía
aceptar su responsabilidad de esposa que hace lo que sea necesario para estar
con su esposo y cumplir adecuadamente con las responsabilidades de esposa que
adoptó.
En
un principio, Medea se muestra de esta forma: hechizada por las flechas de
Eros, traiciona a su patria y a su padre para ayudar a Jasón. Sin embargo, esto
cambia cuando Jasón se casa con Glauce, hija de Creonte, rey de Corinto. Medea
toma esta situación muy mal ya que Jasón abandona a su familia para casarse con
una princesa, e inclusive se le ordena a Medea abandonar Corinto por insultar a
los gobernantes.
Es
entonces cuando podemos observar la primera oposición realidad-apariencia, no
solo cuando trata de convencer al rey Creonte sino también cuando intenta poner
al Coro de su lado para que la apoye mostrándose herida y sola, mostrando otra
realidad:
“De
todas las cosas vivientes y que tienen pensamiento, nosotras las mujeres somos
la criatura más desdichada. […] Pero mi manera de razonar no es la misma para
ti y para mí. Tú tienes esta ciudad y, además, una casa paterna y ventaja de
vida y trato de amigos. Yo, en cambio, habiendo sido llevada como botín desde una
tierra bárbara, sin madre, ni hermano, ni siquiera un pariente para encontrar
refugio de esta desgracia mía, hallándome solitaria y sin patria, soy injuriada
por mi marido.”1
Como
bien he mencionado, Medea intenta convencer al rey Creonte de que le dé un día
más para exiliarse así logra cumplir con su venganza apelando a su rol de padre
que ella comparte siendo madre, a que se siente traicionada por Jasón ya que
ella lo ayudó mucho y él no le devolvió el favor y que, una vez exiliada, no
tendría a donde ir. Es entonces cuando Medea se vuelve a mostrar con una
máscara ya que en realidad lo único que ella quería era un día más para poder
vengarse de Jasón, y era solamente este día lo que ella necesitaba para
concretar su plan:
“Y
yo misma comparto esta forma, pues, por su sabia, para unos soy odiosa y para
otros, en cambio, lo contrario [para unos, tranquila; para otros, del carácter
opuesto]. Y no soy demasiado sabia. Pero dejemos esas opiniones, eres tú el que
me tiene; ¿qué ultraje temes padecer? No tiembles ante mí, Creonte, no estoy en
condiciones de cometer un error contra los señores que gobiernan.”2
Por
último, se halla otra vez una máscara por parte de Medea frente a Jasón. Esto
ocurre en el segundo diálogo que tiene con el héroe donde de mostrarse tal cual
es (en el primer diálogo y próximamente en el tercero), una esposa con deseos
de vengarse ya que se siente traicionada, pasa a ser una pobre madre
arrepentida por lo que hizo, aunque en realidad no sea así:
“Jasón,
te ruego que estés dispuesto a perdonar las cosas que te dije. Y como en el
pasado nos hemos dado el uno al otro muchas manifestaciones de cariño, es
razonable que toleres ahora mis enojos. [..] Al reflexionar sobre estos temas,
comprendí que cometía un gran desatino y que estaba irritada en vano. Ahora,
entonces, lo reconozco y me parece que eres sensato al haber tomado esta
alianza para nuestro beneficio; en cambio, yo fui una necia, […]”3
Ella
hace todo esto como parte de una muy bien planificada estrategia que consta de convencer
al Coro para que la ayude a convencer al rey Creonte para tener un día más y
poder vengarse de Jasón convenciéndolo de que acepte llevar a sus hijos a vivir
al palacio de Glauce y así vengarse del héroe matando a la princesa y luego a
sus propios hijos.
Por
otra parte, más allá de la constante utilización de máscaras por parte de Medea,
Jasón también sufre de algo semejante cuando entra en debate su amor y la conveniencia:
“Entiende
bien esto entonces: que no por causa de una mujer yo me desposé con el lecho
real que ahora sustento sino, como afirmé antes, en efecto, porque quería
preservarte del peligro y para engendrar descendientes de rango real, […].”4
Es
entonces que en realidad Jasón se casó con Glauce por los beneficios que esto
le traería a él en vez de a Medea y sus hijos. Lo que dijo sobre preservar a
Medea del peligro es en verdad una simple excusa. Por eso es que Jasón también
se pone la máscara.
En
conclusión, podemos afirmar que la oposición entre realidad y apariencia en Medea es constante por parte de los dos
protagonistas que usan estas máscaras cuando desean convencer y/o manipular a
la gente, y obviamente sacarle provecho a las situaciones siempre mostrándose bondadosos
y de buenas intenciones.
1EURÍPIDES; Medea, Buenos Aires, Biblos, 2077 (pág. 52 y 53)
2 Ibídem; pág. 55
3
Ibídem; pág. 74 y 75
4
Ibídem; pág. 64